
22 Mar Historia de una colección
Cuando empecé a trabajar en esta colección, tenía muchas ideas sueltas rondando por la cabeza, muchos dibujos dispersos en cuadernos, fotos de inspiración colgadas en Pinterest, pero nada que me permitiera ordenar todo esto en un tema o propuesta estética concreta. Cada vez que me ponía a pensar en ello, que trataba de hacerlo encajar de alguna forma, lo sentía hueco y forzado y me desesperaba.
Al final, como ocurre siempre que la creatividad se bloquea, decidí parar. Dicho así suena como muy sabio, pero fue más bien una especie de pataleta metafísica en la que figurativamente tiré los cuadernos y le dije al mundo que pasaba de todo y que no iba a diseñar ninguna colección nunca jamás.
Y me fui de vacaciones a Galicia, como acostumbro, a un pueblo pequeñito en la costa de donde es Nacho y donde vive su familia. Allí impera la desconexión y el exceso gastronómico, yo lo llamo el balneario porque siempre que voy hago una cura de sueño y desestrés intensiva (también porque si le da por llover, el tratamiento acuático está asegurado). Cerca de la casa familiar, a las afueras del pueblo, hay un área de caminos rurales por la que me encanta pasear. No es un bosque, pero tiene zonas que me hacen sentir en uno, caminos que se oscurecen bajo una bóveda de árboles, un riachuelo, un pequeño claro lleno de flores de colores intensos, una hondonada de helechos… El aire está lleno de olores maravillosos, y se escucha a los insectos en verano y el viento en el otoño, a veces pájaros. Algunos rincones me recuerdan a los bosques finlandeses que tanto me gustaron, y a la paz que se respiraba en ellos.
A Nacho, que se crió corriendo por allí, no le impresiona demasiado, pero a mí es un lugar que me fascina y al que siempre me escapo cuando estoy allí, preferentemente sola. Hay sitios más espectaculares en la zona, sin duda, paisajes más bonitos con vistas abiertas al mar, pero este es mi sitio. Allí me siento acogida y protegida, el silencio me vacía la cabeza de otros ruidos, y cuando vuelvo a casa, me siento serena y llena de energía.
A la vuelta de estos paseos dibujaba flores que había cogido, plantas que había fotografiado. Tras las vacaciones escaneé algunos de estos dibujos y comencé a trabajar en un estampado, sin pensarlo mucho. En mi cabeza estaban presentes todo el tiempo las sensaciones de mis paseos por la zona, y empecé a pensar en mi relación con la naturaleza, y en concreto con el bosque. Aunque soy una chica de ciudad y he pisado pocos bosques, siempre he sentido una especial atracción por ellos. Bosques reales o imaginarios, bosques donde he estado o que he visto en fotos, bosques que me han encantado o por los que he odiado caminar porque hacía frío o estaba cansada. Pero siempre, y cada vez más conforme me hago mayor, son lugares en los que instantáneamente me relajo, desconecto, y me encuentro conmigo misma, incluso sin pretenderlo.
El bosque es también la imagen de lo desconocido, el lugar donde ocurren cosas terribles en los cuentos, o maravillosas, el espacio de las brujas, los lobos, los duendes y las hadas, el lugar donde se pierden los niños y se encuentran los enamorados. El bosque tiene peligros y recompensas, como lo tiene adentrarse una misma en el silencio y en su propio interior.


Todo eso y mucho más que no soy capaz de contar bien con palabras, empezó a fluir en mi trabajo. Y así, sin planear, dibujando y escuchándome, fue como encontré el espíritu de mi pequeña colección. Una colección que habla del bienestar que produce el contacto con la naturaleza, una tarde tranquila respirando aire puro, admirando colores y texturas, sin cobertura móvil, sin redes sociales. Que habla de desconectar para reconectar, de perderse para encontrarse y volver siendo más una misma. Hay un poco de realidad y un poco de fantasía, muchos colores y recuerdos, y olores que no se pueden plasmar en tela. Ojalá haya sabido transmitirte algo de todo esto.
Pupapop
Publicado en 16:04h, 09 abrilMe encanta cómo lo cuentas, Nieves! Es una delicia adentrarse en las profundidades creativas de tu colección y ver que VIVES lo que haces. Bravo!
Nieves
Publicado en 22:09h, 09 abril¡Muchas gracias Paula! A veces hablar aquí de algo tan personal se hace extraño, así que no sabes cómo me alegra que te haya gustado.
Un beso
Montse
Publicado en 16:17h, 09 abrilComo ves, soy una lenta dejando comentarios en el blog. ¡Y eso que lo leí en cuanto salió! ;)
Me parece interesantísimo bucear en el proceso que lleva a fabricar algo que no existía, sea un dibujo, una escultura o una colección de bolsos. De hecho, voy a compartir el post en Facebook.
Creo que has descrito de maravilla esa inquietud que nace cuando lo cotidiano y lo extraordinario se unen y que nos lleva a querer hacer algo con ella.
Besos.
Nieves
Publicado en 22:05h, 09 abrilLento es mejor, ya sabes ;) A mí también me apasiona ese proceso que generalmente me resulta extenuante, por eso me apetecía contarlo y verlo con perspectiva. Siempre aprendo de los procesos creativos de otra gente, pero nada como aprender del propio. Muchas gracias por tus bonitas palabras y por pasarte siempre por aquí.
Un beso
Irene
Publicado en 17:43h, 10 abrilPor fin he encontrado un rato para leerlo con cierta tranquilidad y me ha encantado. Especialmente porque, salvando las distancias, me encuentro ahora en un estado de bloqueo similar al que describes al principio, y tu historia me hace pensar que aún hay algo de esperanza para mí. Un proceso precioso y un placer leerte de nuevo.
Un beso
Nieves
Publicado en 18:09h, 10 abrilQuerida Irene, ¡qué alegría leerte! Yo empiezo a aceptar que esto forma parte del proceso creativo, y que hay que atravesar ese muro que tarde o temprano aparece para recoger los frutos. Así que sea lo que sea en lo que estás (ya me contarás) no te desanimes, apárcalo un tiempo si lo necesitas, date una vuelta, entretente con otras cosas, oxigena la cabeza… Pero no lo abandones.
Un beso
Nieves